¿Por Qué la Pureza Sexual es Tan Importante?
La pureza sexual es un aspecto crucial a tener en cuenta en la vida cristiana. Dios diseñó el sexo como un regalo hermoso y placentero para ser disfrutado dentro de los límites del matrimonio entre un hombre y una mujer (Efesios 5:31). Sin embargo, en la sociedad actual, la pureza sexual a menudo es vista como una idea pasada de moda o innecesaria, y el mundo secular promueve la filosofía «si te hace sentir bien, hazlo». Pero la Biblia nos enseña una perspectiva diferente y nos llama a vivir en pureza sexual por razones que van más allá de las normas sociales.
La Santificación y la Pureza Sexual

Dios nos llama a la santificación, lo que significa ser apartados y purificados para Él. En 1 Tesalonicenses 4:3-5, se nos dice: «Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios». Este pasaje resalta la importancia de mantener la pureza sexual como parte de nuestro proceso de santificación.
El término «santificado» significa ser consagrado o apartado para Dios. Como cristianos, hemos sido santificados a través de la obra redentora de Cristo en la cruz. Somos llamados a vivir vidas puras porque hemos sido hechos nuevas criaturas en Cristo (2 Corintios 5:17-21). Nuestra vieja naturaleza, incluida la inmoralidad sexual, ha muerto, y ahora vivimos una nueva vida en Cristo (Gálatas 2:20). Mantener la pureza sexual es una evidencia de nuestra transformación y de que estamos siendo conformados a la imagen de Jesús.
El Control de Nuestros Cuerpos
1 Tesalonicenses 4:3-5 también nos enseña la importancia de controlar nuestros cuerpos. La inmoralidad sexual es una señal de que no estamos permitiendo que el Espíritu Santo nos llene y tome el control de nuestras vidas. El dominio propio es fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23), y cuando cedemos a la inmoralidad sexual, estamos dando rienda suelta a las obras de la carne (Gálatas 5:19). Vivir una vida sexualmente pura demuestra que estamos permitiendo que el Espíritu Santo tome el control y guíe nuestras vidas.
Controlar nuestras pasiones y deseos es esencial para honrar a Dios con nuestros cuerpos. 1 Corintios 6:18-20 nos dice: «Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?». Al mantener la pureza sexual, reconocemos que nuestros cuerpos pertenecen a Dios y son templos del Espíritu Santo.
Los Beneficios de la Pureza Sexual
Dios nos da mandamientos y nos disciplina por amor a nosotros. Mantener la pureza sexual antes del matrimonio nos protege de enredos emocionales que pueden afectar negativamente a las relaciones futuras. La pureza sexual nos permite experimentar el amor y la intimidad en el matrimonio de la manera en que Dios lo diseñó, sin las complicaciones y heridas que la promiscuidad puede traer.
Hebreos 13:4 dice: «Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios». Cuando mantenemos el lecho matrimonial puro, podemos experimentar una relación de amor incondicional con nuestro cónyuge, una relación que refleja el amor de Dios hacia nosotros.
Reflexión Final
La pureza sexual es importante porque refleja nuestra santificación y nuestra transformación en Cristo. Es una forma de honrar a Dios con nuestros cuerpos y de vivir una vida que le agrade. La pureza sexual no es solo una regla a seguir, sino una expresión de nuestra relación con Dios y un camino hacia una vida plena y bendecida. Dios, en su amor y sabiduría, nos da estos mandamientos para nuestro bien, para protegernos y para permitirnos experimentar el verdadero gozo y la plenitud que Él tiene para nosotros en el contexto del matrimonio.
Vivir en pureza sexual es una muestra de nuestra devoción a Dios y de nuestro deseo de vivir conforme a su voluntad. Al hacerlo, no solo honramos a Dios, sino que también nos preparamos para relaciones más saludables y significativas, que reflejan el amor incondicional que Dios tiene por nosotros.